¿Qué corresponde a la persona humana frente a la propia identidad sexual?


"Dios ha creado al hombre como varón y mujer, con igual dignidad personal, y ha inscrito el él la vocación del amor y de la comunión. Corresponde a cada uno aceptar la propia identidad sexual, reconociendo la importancia de la misma para toda la persona, su especificidad y comlementariedad." 
(Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n 487).

Partamos de que todos estamos de acuerdo en que el amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano.

1) Dios es amor, y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Esto lo vemos expresado en la Santísima Trinidad,  que siendo tres personas, son un solo Dios. De modo que este misterio,  el que Dios siendo trino sea uno, explica cómo Dios es amor y no puede querer otra cosa diferente al amor, ya que Él mismo, Dios Padre, está en comunión con Dios hijo y Dios Espíritu Santo. Más aún, Dios ha querido que en nosotros también se cumpla este misterio al hacernos a su imagen y semejanza, como veremos en los numerales siguientes.

2) Dios , uno y trino, en estrecha comunión, ha creado al hombre (humanidad) a su imagen y semejanza (Génesis 1.26). Esto significa que hombre y mujer se complementan, es decir, viven el misterio de comunión personal de amor a imagen y semejanza de Dios, que es amor. Ésta es la esencia del amor humano en el plan divino; llegar a ser uno solo, a imagen y semejanza de la Santísima Trinidad, un solo Dios (Génesis 2.24; Mateo 19.6).

3) De modo que el Creador ha inscrito en la humanidad del hombre y la mujer la vocación, y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. Dios creó al hombre a imagen suya, hombre y mujer los creó (Génesis 1.27), les dijo "Creced y multiplicaos" (Génesis 1.28) porque de esa forma expresarían el ser imagen y semejanza del Dios Vivo, transmitiendo, donando y expresando, en la unión sexual conyugal, la vida que el Dios de la Vida les donó, transmitió y sigue expresando por los siglos de los siglos.

4) Es importante destacar que sólo en el ámbito de la comunión y complementariedad del hombre y la mujer, en la donación de sí, abiertos a la transmisión de la vida que les fue donada, es posible hablar integralmente de humanidad. De tal forma que el día en que el hombre y la mujer fueron creados, fueron hechos a imagen de aquél que los creó, el Dios de la vida; uno y trino. Los creó varón y hembra, los bendijo (matrimonio) y los llamó Hombre (humanidad) en el día de su creación (Génesis 5, 1-2).


Recordando la actitud de Cristo:
"Y se le acercaron unos fariseos que para ponerle a prueba, le dijeron: <<¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?>> Él respondió: <<¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre.>> Dícenle: <<Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla?>> Díceles: <<Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así.>>" (Evangelio según San Mateo; 19, 3-8)
5) Jesús vino a restaurar la creación en la pureza de sus orígenes. La Tradición de la Iglesia ha entendido el sexto mandamiento como referido a la globalidad de la sexualidad humana. Por eso, cuando hablamos de pureza, hablamos de toda la persona humana, por cuanto la sexualidad abraza todos los aspectos de la sexualidad humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro.
La Iglesia no se opone a la idea de que una persona sea homosexual por el mero hecho de su condición, sino porque como vimos, la práctica homosexual contradice el fin para el cual el Creador hizo al hombre y la mujer. No discrimina a los sujetos, sino que por el contrario sigue el ejemplo de Cristo, quien fue firme contra el pecado, pero misericordioso con las personas. Como quiera que sea, hay cosas que nuestros amados hermanos que por alguna razón están a favor de la práctica homosexual no pueden ignorar ni negar.
En primer lugar, en el ámbito físico un hombre y una mujer se complementan, corpóreamente. En contraste, la práctica homosexual no ofrece esa unión corpórea, sino que se remite a lo artificial, a lo "contra natura". De modo que la práctica homosexual contradice la finalidad corpórea de la relación sexual, expresada en la complementariedad física de los sexos.
En segundo lugar, en el ámbito anatómico, es innegable que el aparato reproductor ha sido diseñado para reproducir, en caso de que el individuo lo utilice. Cualquier acción que no exprese el fin reproductor para el cual el aparato reproductor fue hecho, es innegablemente contraria a la ley natural que Dios ha inscrito en el interior de toda su creación, incluido el ser humano. En una relación sexual entre hombre y mujer se transmite, dona y expresa la vida del Dios Vivo a través de la fecundidad (Génesis 1.28), pues es una relación capaz de procrear. En el caso de la práctica homosexual esto no se cumple. Dios, porque nos ama, ha creado la sexualidad y la identidad sexual con estos sublimes propósitos, Él no se contradice, siempre quiere lo mejor.


Conclusiones:

6) Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales (entre hombre y mujer), están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la sociedad, depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuo.

7) En conclusión, y en síntesis, como hemos visto, todas las características inherentes e innegables que posee la persona humana en su conjunto sólo pueden ser vividas armónica e integralmente entre un hombre y una mujer, de los cuales Dios ha querido que sean no dos, sino una sola carne. De esta manera, al crear al ser humano hombre y mujer, el Creador confiere la dignidad personal de manera idéntica a uno y otra. A cada uno, hombre y mujer, corresponde reconocer y aceptar (no elegir, pues eso ya lo hizo el Creador) su identidad sexual; el hombre y la mujer, uno solo, para gloria de la Santísima Trinidad, un solo Dios.

Para tener en cuenta:
Cada uno de los dos sexos es, con una dignidad igual, aunque de manera distinta, imagen del poder y de la ternura de Dios. La unión del hombre y de la mujer en el matrimonio es una manera de imitar en la carne la generosidad y la fecundidad del Creador: "El hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer y se hacen una sola carne" (Génesis 2.24) De esta unión proceden todas las generaciones humanas.
(Catecismo de la Iglesia Católica, n 2335).

"La relación sexual tiene como finalidad el amor y la fecundidad, de los cuales el placer es un medio del que se sirven estos fines. Lamentablemente muchos lo entienden al revés, defendiendo en la práctica el placer como fin, y no como medio. Queremos conversar en la caridad del diálogo sincero."