ESPERAR, por Crisel Rodríguez


Hace unos días recordaba cómo tomé la decisión de vivir la castidad. ¡Sí! Tomé la decisión de esperar. Es una elección hecha hace unos años y la cual considero una de las más trascendentales ya que mi alma, mete y corazón sería resguardados para bien por aquél que me amó primero: Jesús. Considero que su amor es un bien que supera lo demás.

La Madre Teresa de Calcuta fue una fuente inspiración para mí y hoy por hoy tengo una frase suya como lema de vida, en especial en la vivencia de esta bella virtud:

“El amor para que sea auténtico debe costarnos.”

¡Cuánta pureza y amor resumidos en una frase! Yo no espero por miedo o algo parecido, sino por amor a quien me amó primero y quiere que viva un amor pleno. El sentido de la espera siempre debe ser dar lo mejor de nosotros mismos tanto a Dios como al prójimo y a la vocación a la que estemos llamados. Pero, hay que saberlo, lo principal al esperar es conocer el propósito, la motivación por la que estás esperando.

Yo encontré esa motivación entregando sinceramente mi vida a Dios con el corazón completo, y confío en Él en que me guiará en el aprendizaje de su mano prodigiosa y amable, tanto cuando estoy de pie como al momento de caer. ¡Él me levantó y me sigue apoyando! Creo que es fácil juzgar, pero tirar la primera piedra, eso sí es difícil. La esperanza de quien ha alcanzado el perdón después de caer, es lo que quiero compartir con ustedes. Esa fuerza nace del amor que se cultiva día a día, porque para amar a otros hace falta amar a Dios. Cuando tratamos a los demás desde la perspectiva del amor, nos hacemos más “imagen y semejanza de Dios”.

Dice San Pio que la oración es la mejor arma que tenemos, es la llave al corazón de Dios. Para mí es un extraordinario medio para comunicarnos con nuestro Padre, que nos ama y quiere que amemos como él ama, que tendamos a parecernos a Él. No hay momentos sin esperanza cuando nos acogemos a su amor, y nos decidimos a escucharle con el corazón en la oración. Si quieres vivir la pureza, no la descuides.

Tanto nos ha amado el Señor, que hasta se hizo pan para ser parte de nosotros. Por eso acudo a la confesión y a la comunión, porque ejercitarme en la comunión con el Señor ha mermado mis caídas dibujando una inexplicablemente hermosa sonrisa en mi rostro. Se nos ha dado sin reservas porque nos ama, y su amor es sincero. Él vino a cumplir esa misión, y nos invita a los que tenemos la misión de formar una familia santa a fundar esa vocación sobre la roca de su amor, siguiendo su ejemplo. La Eucaristía es fuente de pureza, porque el Señor con su ejemplo nos enseño que lo más importante es el amor. Con la Eucaristía, aprendemos a subordinar el placer al amor, y así a darle sentido.

Pero, ¿qué seríamos sin la fe? Nuestra madre Iglesia nos lo recuerda. Sin la fe podemos caer en el relativismo de la innecesidad de la religión. ¡Cuánto daño ha hecho el relativismo a nuestra cultura! Por eso nos ha dejado nuestro Señor la fe, recordándonos que la fe sin amor es vacía. Cuando descubrimos a Dios, el amor nos mueve a amar y la fe va arando el camino. Porque la fe y el amor nos permiten vivir en la alegría de la esperanza una virtud tan hermosa como la castidad. Si Dios, no habría razón lógica que nos mueva a la espera, porque la espera se hace por amor y ese amor nos viene de Dios. Nada nos diferenciaría de los animales sin esa fe que da razón a nuestra espera, en atención al bien mayor que se manifiesta en quien dió su vida por todos nosotros. Pidamos la fe en oración. ¡Con confianza!

Finalmente pedirle a María Santísima su gracia y cuidado en ese camino pues es nuestra Madre. Si le pedimos guía ella estará ahí para nosotros, como lo estuvo para Jesús como una madre amorosa, al pendiente de su hijo. Así, rezar el rosario es esencial, porque se constituye en nuestra más valiosa arma en defensa de la pureza. ¿Cómo podríamos pensar en ofender a Dios si cada día rezamos y meditamos su vida? Rezaré por todos ustedes, recen por mí. Reciban un saludo de amor.

Crisel Rodríguez (23) - Honduras