¿Qué es una educación pertinente y permanente? Aplicándolo a la sexualidad


Leemos en el numeral 2339 del catecismo:

La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí, que es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ella y se hace desgraciado. La dignidad del hombre requiere, en efecto, que actúe según una elección consciente y libre, es decir, movido e inducido personalmente desde dentro y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa.

El hombre logra esta dignidad cuando, liberándose de toda esclavitud de las pasiones, persigue su fin en la libre elección del bien y se procura con eficacia y habilidad los medios adecuados.


Este pequeño artículo de nuestra serie "¿Qué dice el catecismo" se explica, si se quiere, de forma sencilla. Acabamos de ver que el hombre y la mujer, cuando controlan las pasiones son libres, y cuando se dejan dominar por ellas se hacen "desgraciados". Pasa lo mismo con todo lo que sea malo, nos sentimos desdichados porque nos encontramos esclavos de algo que se supone nos dará libertad: drogas, sexo, comida, y un largo etc.

Hablábamos de una educación, particularmente una educación sexual pertinente y permanente. Es pertinente cuando, eventualmente, orienta al hombre hacia el dominio de sí, que le permita dominar las pasiones en vez de dejarse dominar por ellas. Aquí hay que destacar que las pasiones no sin ni buenas ni malas, son buenas cuando se ordenan al amor y malas cuando se ordenan a la lujuria, en el caso de la sexualidad.

Una educación pertinente es permanente por dos razones, primero porque el ser humano nunca deja de aprender. Segundo porque la sexualidad abarca a toda la persona humana, y necesitamos ejercer la sexualidad, de maneras diversas según el estado de vida, hasta que algún día partamos a la casa del Padre. 

¿Cómo promover una necesaria, pertinente y permanente educación?

Para una educación pertinente hay que atender a la prudencia. Veamos qué es: 

La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. La prudencia es la regla recta de la acción. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la disimulación. Conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.
CIC n.1806

Creo que ya sabrán por donde vengo con la cita de este numeral del catecismo. Para educar pertinentemente en materia de sexualidad hay que ser prudentes. Hay que compaginar el bien que se debe hacer con el mal que debemos evitar. Así, por ejemplo, no se le explica a un niño de 5 años de la misma manera que a un joven de 14 los temas en cuestión. Recordemos, si la educación debe ser permanente el niño de 5 años debe también ser educado. El dicho "cuando crezca le enseño" es demasiado simplista, porque presupone que el niño no tiene nada que aprender, ¡y siempre estamos aprendiendo! Por ello, de formas adecuadas con la edad todos hemos de recibir una educación integral y permanente, de forma prudente. De pequeños, aprendemos mucho por el ejemplo.

Cuando somos niños, al menos nos enseñan las partes del cuerpo, lo que se ve a simple vista. Cuando somos jóvenes, se nos enseña sobre la pubertad y sobre los cambios fisiológicos del organismo. Cuando somos adultos se nos enseña la importancia de la familia en vista de que estamos más cerca, relativamente, de conformar una. La educación lleva una secuencia, es escalonada. La prudencia nos exhorta a no afectar la inocencia del niño hablándole de lo que debe aprender de joven. En términos estrictos, si nos fijamos, tanto el niño, el joven y el adulto reciben la misma información, pero adecuada a su etapa de vida.

No se le niega a un niño una información. No. Se le dice de forma entendible y de forma amable, sin caer en perversidades. Así el niño aprende que lo sexual no es perverso y que su interés es natural. Como leemos más arriba, la prudencia no es timidez ni temor, ni doblez ni disimulación. Creemos en la capacidad humana para aprender a amar entendiendo la sexualidad, pero comprendemos que cada etapa tiene sus características propias. El niño, cuando por ejemplo pregunte de dónde vienen los niños, ha de recibir una respuesta sincera y honesta, para que aprenda que este tema es normal. La prudencia nos permite educar en las mismas cosas de manera oportuna, para que los que son educados aprendan a vivir sus etapas, no a quemarlas.

La virtud de la castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana.
CIC 2341

Una educación pertinente es permanente, implicando siempre la prudencia. Si sabemos que quien es pertinente en su actuar vive la virtud de la prudencia, no nos queda más que aceptar que este modo de vida debe ser permanente. A la hora de educar, enseñando la belleza de la sexualidad a la luz del amor, encontramos en la templanza una norma educativa. Así, conocemos la premisa de que no es malo el placer sexual, sino la lujuria (disfrute ordenado al placer). Asimismo, aplicable a todo, los educandos aprenderemos que no es mala la comida, sino la gula (comer ordenado al mero placer de comer, más que para el sustento) y así muchos ejemplos. 

Porque la historia lo confirma: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz (por haberlas ordenado al amor, en función del cual el placer es santo), o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado (por buscar una paz que no llegará nunca, estando centrado en el placer en desdeño del amor).

El placer sexual, en síntesis, es santo cuando existe en función del amor. A este respecto apunta la educación sexual integral y permanente, tan necesaria desde siempre. Cuando se invierte la relación, colocando el amor en función del placer, se sufren las consecuencias de un analfabetismo en materia amorosa.

"La educación sexual debe conducir a los jóvenes a tomar conciencia de las diversas expresiones y dinamismos de la sexualidad, de los valores humanos que deben ser respetados. El verdadero amor es la capacidad de abrirse al prójimo en una ayuda generosa, es dedicación al otro por su bien".
Congregación para la Educación Católica

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