¿De qué medios disponemos para ayudarnos a vivir la castidad?


Son numerosos los medios de que disponemos para vivir la castidad: la gracia de Dios, la ayuda de los sacramentos, la oración, el conocimiento de uno mismo, la práctica de una ascesis adaptada a las diversas situaciones y el ejercicio de las virtudes morales, en particular de la virtud de la templanza, que busca que la razón sea la guía de las pasiones.

Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n°490

Son entonces, en concreto, 6 medios concretos que nos ayudan a vivir orientados y ordenados al amor:

1) La Gracia de Dios.
En nuestra reflexión sobre ¿Qué es la castidad? mencionamos que la castidad es una gracia. Es normal suponer que la castidad se vive entonces bajo la gracia de Dios. Si Dios nos da un regalo, dispone los medios para que podamos disfrutarlo de manera hermosa a su imagen. Como este regalo, la castidad, es bueno, decimos entonces que es una gracia. Y podemos estar seguros de que nuestro Padre no nos regala cosas buenas sin derramar constantemente su amor, su gracia, sobre ese regalo, para que sea un gozo vivirlo, no un sufrimiento sin sentido.

Con el don de la castidad, viene la gracia de Dios, que nos ayuda a vivirla, antes que sufrirla. Se dice que esta gracia es tal porque Dios así lo quiso: a Él le "dio la gana" amarnos infinitamente. Recurramos con confianza a su gracia. Podemos hacerlo con los sacramentos.

2) La Ayuda de los Sacramentos.
Los siete sacramentos corresponden a todas las etapas y todos los momentos importantes de la vida del cristiano: dan nacimiento y crecimiento, curación y misión a la vida de fe de los cristianos. Para la vivencia de la virtud de la castidad es recomendable reflexionar en torno al bautismo, la Eucaristía, confesarse frecuentemente y visitar a Jesús Sacramentado. Por medio de los sacramentos, de forma especial, Dios viene a nuestro encuentro. Hoy en día se realizan en vivo adoraciones a Jesús Sacramentado vía Internet. También se recomienda acudir a los sacramentos con un amigo, amiga o, si es el caso, en pareja. Verás los frutos.

3) La Oración.
Santa Teresa del Niño Jesús afirmaba que "la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de agradecimiento y de tanto amor desde dentro de la prueba como dentro de la alegría". Santa Teresa nos enseña que no debemos esperar a la prueba (de Dios) o la tentación (del maligno) para hablar con Dios. Conversar constantemente con Jesús acerca de nuestro día a día, nuestras tristezas, todo, nos ayuda a tomar verdaderamente conciencia de la ayuda que Dios nos da. Como quien dice: "Dios no permite que estemos en una situación sin los medios para resolverla". Hay entonces una necesidad de reconocer nuestros límites humanos y apelar al Dios ilimitado, teniendo en cuenta que el enemigo busca alejarnos de la oración, porque la oración lo aleja a él porque acerca a Dios.

4) El conocimiento de uno mismo.
El que quiere permanecer fiel a las promesas de su bautismo y resistir las tentaciones, debe poner los medios para ello. El conocimiento de sí implica humildad y contante ejercicio. Cambiarse drásticamente es ingenuo, porque un cambio brusco puede asociarse a cambios no duraderos. Se habla más bien de disposición inicial, que no es suficiente por sí sola. A fin de cuentas, el conocimiento de sí es una humilde y concienzuda "certeza" de donde estamos, de cuál es nuestra situación actual (capacidades, debilidades, fortalezas, etc). Es un punto de partida en base al cual evaluar progresos que se lograrán leyendo buenos libros, las vidas de los santos, conociendo testimonios y formándose un poco más en lo que enseña la Iglesia en lo referente a la sexualidad y la afectividad.

A partir del conocimiento de sí será posible preguntarnos ¿He mejorado? Y para la gloria de Dios y con su ayuda, responder afirmativamente. Conociéndonos sabemos que conviene más según nuestra madurez y capacidad actual, bajo el influjo de la gracia. Uno puede tener muy buenas intenciones, pero si no nos preguntamos ¿Me ayuda este aspecto o situación a amar mejor?, para responder negativamente en tal caso, de forma libre, hay un signo de alarma que no hay que subestimar. Volvemos a la oración, a sabiendas de que nuestro Padre nos conoce mejor que nosotros mismos:

"Tu fuiste quien formó todo mi cuerpo;
tú me formaste en el vientre de mi madre." Salmo 139.13

"Velad y orad, para que no caigáis en tentación,
que el espíritu está pronto, pero la carne es débil." Mateo 26.41

Sólo reconociendo que nuestra carne por sí sola no puede ser casta sino en Dios, habremos empezado a conocernos y sabremos valorar la oración, la comunicación con aquél que todo lo puede.

5) La práctica de una ascesis adaptada a las diversas situaciones.

La Real Academia Española define ascesis como "reglas y prácticas encaminadas a la liberación del espíritu y el logro de la virtud". ¿De qué tiene que liberarse el espíritu? y ¿Por qué tiene que liberarse para lograr la virtud? cabría preguntarse. Puede deducirse que el espíritu debe liberarse de la esclavitud del pecado, que sobreviene cuando los deseos finitos desordenados de la carne están exacerbados. Hay un deseo sexual bueno, que debe ordenarse al amor, al deseo del espíritu. Por medio de la ascesis preparamos la tierra de nuestra vida para que los espinos de la tentación no ahoguen la planta buena que sólo en amor da muy buenos frutos. Todo placer sexual debe darse en amor y por amor. Consentirlo fuera de amor no satisface plenamente al hombre. Esta es la razón por la que el desamor busca exacerbarse, excederse, ya que nunca alcanza satisfacción plena.

Una práctica de ascesis adaptada a las diversas situaciones no es más que ejercitarse en reglas y prácticas cuando sea propicio ejercerlas. Esas reglas y prácticas encaminadas al logro de la virtud varía de persona a persona. Un ejemplo puede ser rezar diariamente el Santo Rosario, o levantarse un poco más temprano el lunes para llamar por teléfono a la novia y desearle una bendecida semana. Una recomendación personal es hacer cosas que se quieran dejar para después, como por ejemplo decidirse con determinación a limpiar y ordenar el cuarto que teníamos varios días dejando "para mañana". En fin, el objetivo es ejercitar la voluntad para que la virtud eche raíces en nuestra vida.

"El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (2 Tm 4)". El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las Bienaventuranzas.

6) El ejercicio de las virtudes morales, en particular de la virtud de la templanza.
La templanza es una virtud "cardinal", es decir, una de las cuatro en torno a las que se ordenan las demás virtudes (junto con la prudencia, la justicia y la fortaleza). Las virtudes humanas adquiridas mediante la educación, mediante actos deliberados, y una perseverancia, mantenida siempre en el esfuerzo, son purificadas y elevadas por la gracia divina. Con la ayuda de Dios forjan el carácter y dan soltura en la práctica del bien. El hombre virtuoso es feliz al practicarlas.

"Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar. Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso. Porque el yugo que les pongo y la carga que les doy a llevar son ligeros".
Jesucristo

LA PRUDENCIA
Es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. Santo Tomás de Aquino dijo: "la prudencia es la regla recta de la acción". San Pedro dice: "Sed sensatos y sobrios para daros a la oración" (1 Pedro 4,7). La prudencia conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Con esta virtud se puede refutar el ingenuo argumento de que "las relaciones sexuales prematrimoniales no son malas si hay amor". No se niega que pueda existir amor, pero la entrega no es total, no es prudente; es injusta.

LA JUSTICIA
La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. Dios es justo. Cuando menciona que no es bueno que el hombre esté solo y le da a la mujer, lo hace porque el ejercicio justo de la afectividad y la sexualidad se manifiesta en la entrega al prójimo. El hombre -solo- no podía entregarse, donarse a sí mismo. Fue justo Dios al crear a la mujer, a la cual, por ser complementarios, sí puede donarse afectiva y sexualmente de manera completa, plena. Nos toca a nosotros amar con justicia como Dios nos amó con justicia, cuidando sus dones, entre ellos, el prójimo y la pareja, que tienen derecho a vivir en amor.

En la relación sexual conyugal no hay "temor de embarazo" 
ni "opción de dejar la pareja", por lo tanto, la entrega es justa.

LA FORTALEZA
Es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. La fortaleza reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. Cuando Jesús iba a ser entregado tenía miedo, temor. Pero la fortaleza de estar haciendo lo que Dios quería, amar completamente, le hizo capaz de sobreponerse al temor, incluso a la muerte. Esta virtud nos capacita para ser firmes en la resolución de amar verdaderamente, guardando el placer sexual para donarlo en y por amor. La fortaleza capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida (en analogía: el placer sexual) por defender una causa justa (hacer del otro/a un objeto de amor, antes que un objeto de placer). Sólo el amor permite eficazmente postergar o incluso suprimir el goce sexual (en el caso de la vida consagrada), y sólo en el amor encuentra este gesto su significado.

"En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo". 
Jesús

Hay un dicho que reza: El poder (la fuerza) del cristiano está en la oración. También podemos compartir la vida con amigos cercanos. Con la oración y el diálogo en amistad, se "eleva la moral" del que ha optado por un amor pleno, un amor casto.

LA TEMPLANZA
Ésta última es la que más nos interesa. Es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Un amor honesto es aquel en el que se vive la templanza pues ésta asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos (lo que significa libertad) y mantiene los deseos en los límites de esa santa honestidad. Otro nombre es tas virtud es la moderación.

¿Por qué es necesaria la templanza? Porque la persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles (sentidos y sensaciones, como el gusto, la vista, deseo sexual), guarda una sana discreción y no se deja arrastrar "para seguir la pasión de su corazón" (Si 5,2). Una pasión no ordenada hacia el amor es una pasión desordenada.

"Debemos vivir con moderación, justicia y piedad en el siglo presente". (Tt 2,12)

¿Cómo vivir, en síntesis, la castidad?
Siempre que veamos una persona, especialmente si es del sexo opuesto, hemos de verla como persona en sí misma, y no primeramente como ser capaz de proporcionar placer sexual. Eso sería una animalización de la persona, una reducción al mero ámbito carnal. Recordemos siempre que el placer le sirve al amor y que cosas lamentables para el bienestar del ser humano ocurren cuando se invierte esa ecuación, cuando se hace predominar el placer sobre el amor, queriendo que éste último quede sirviendo al placer. Recuerda la fórmula: siempre el placer le sirve al amor, no el amor al placer. 

Cuando se busca primero el placer, el amor pasa a segundo plano. El placer se convierte así en un fin, y se excede cada vez más porque no existe la satisfacción plena que sólo da el amor. Cuando primero se ama, el placer es consecuencia del amor. Es un medio, no un fin.

"Vivir bien no es otra cosa que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todo el obrar. Quien no obedece más que a Él (lo cual pertenece a la justicia), quien vela para discernir todas las cosas por miedo a dejarse sorprender por la astucia y la mentira (lo cual pertenece a la prudencia), le entrega un amor entero (por la templanza), que ninguna desgracia puede derribar (lo cual pertenece a la fortaleza)".
San Agustín

Toda virtud humana carece de sentido fuera del amor, así como el rechazo 
a la virtud en nombre del amor es una manifiesta contradicción